"Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie.
¿Y ahora qué sucederá? ¡Bah! Tratativas pespunteadas de tiroteos inocuos, y, después, todo será igual pese a que todo habrá cambiado.
...una de esas batallas que se libran para que todo siga como está."
Giuseppe Tomasi di Lampedusa, El Gatopardo
Las palabras sabias y amargas que Lampedusa hizo decir a su personaje hace más de cincuenta años parecen ser también ahora el principio estratégico de los regímenes bipartidistas europeos. Por eso, vista desde cierta distancia, esta campaña electoral europea tiene en España el aspecto de un partido de tenis en el que varias pelotas van saltando de un campo a otro, solo que esas pelotas tienen poco contenido político y muy poco que ver con lo que los pueblos europeos nos jugamos en estas elecciones. Ni el PSOE ni el PP entran en el fondo político, económico y social de lo que a lo largo de la próxima legislatura se va a decidir en el Parlamento Europeo, seguramente porque los dos partidos bipartidistas comparten la necesidad de que todo siga igual. Y lo mismo está pasando en Francia, en Italia, en Grecia o en Dinamarca. Sin embargo, en Europa no puede seguir todo igual.
Izquierda Unida, junto a todos los demás partidos políticos estatales de Europa que se unen en el Partido de la Izquierda Europea, no está dispuesta a entrar en ese ir y venir de reproches superficiales ni a mirar en silencio desde la grada. Izquierda Unida quiere explicar qué nos jugamos los pueblos europeos en el Parlamento Europeo y cómo eso tiene que ver con nuestro día a día en nuestra realidad más inmediata.
¿Qué es la Unión Europea?
La Unión Europea se creó en 1992, cuando Francia, Luxemburgo, Bélgica, Grecia, Países Bajos, Alemania, Reino Unido, Irlanda, Italia, Dinamarca, España y Portugal firmaron el Tratado de Maastricht. Hasta entonces esos mismos países habían integrado la Comunidad Económica Europea, creada en 1957 y a la que España se había incorporado en 1986. Ahora mismo la Unión Europea está integrada por 27 países, los 12 de 1992 más Austria, Finlandia, Suecia, Rumanía, Bulgaria, Hungría, Eslovenia, Eslovaquia, República Checa, Polonia, Lituania, Estonia, Letonia, Malta y Chipre.
El Tratado de Maastricht no sólo supuso el cambio de nombre de la organización europea, sino un cambio fundamental en su contenido. Mientras que la CEE había tenido un carácter puramente económico, centrado en facilitar los intercambios comerciales entre los países miembros, la UE pasó a ser una entidad política con capacidad para legislar y para planificar y ejecutar políticas económicas, sociales, militares, culturales, etc. De esta manera, lo que se vota en el Parlamento Europeo, las famosas “directivas”, o lo que deciden los órganos de gobierno de la UE, la Comisión Europea, entre otros, todos los países miembros están obligados a cumplirlo o a aplicarlo, gobierne quien gobierne en ellos, y esto es así porque todos los países de la UE ceden una parte de su soberanía, es decir, asumen que en ciertos asuntos no podrán tomar decisiones autónomas.
Entonces, ¿nos importa lo que ocurra en Bruselas o en Estrasburgo?, ¿nos afecta?, ¿nos tenemos que sentir llamados a opinar sobre ello? Sin duda que sí.
Sin embargo, a pesar de esto, a pesar de que el suelo que pisamos es suelo europeo, lo cierto es que la UE nos resulta lejana, desconocida, y ese es el mayor fracaso de la UE, aunque no el único, ni el peor.
¿Qué es la Europa de los Pueblos?
Europa es un continente muy pequeño, apenas una península asiática de costas recortadas y llanuras, ríos y montañas de dimensiones modestas. Nada comparable a la inmensa Asia, a la diversa América o a la llana y maciza África. Pero los pueblos europeos han ido a la vanguardia de los grandes cambios de la Humanidad en los últimos quinientos años: los europeos realizaron el mapa del mundo, comprendieron el movimiento de las estrellas y vislumbraron la inmensidad del Universo, alcanzaron los mayores logros en el arte y la ciencia. Pero lo más hermoso, lo más valioso que Europa ha producido y ha entregado a la Humanidad ha sido la idea de Ser Humano responsable y libre de ataduras y de miedos, y la idea de Pueblo emancipado y dueño de su destino. También es verdad que Europa ha sabido ser perversa y cruel: ha esclavizado y llevado al exterminio a pueblos enteros, ha sometido sin piedad a la Naturaleza, ha practicado las formas más retorcidas de tortura y ha librado las dos guerras más crueles de la Historia.
Si miramos con distancia nuestra historia, vemos que por encima de las diferencias de clima, territorio, lengua, religión y organización, Europa se define por sus dos caras: la cara humana que ha sabido impulsar y expandir el auténtido progreso, el basado en la relación sabia con la Naturaleza y en el respeto a las personas y a los colectivos, y esa otra cara cruel y egoísta, basada en una ambición sin medida y sin sentido.
Esas dos Europas compiten ahora por el dominio del Parlamento Europeo, una tiene a su favor las grandes multinacionales, a los grandes terratenientes y las grandes corporaciones de la comunicación; la otra tiene de su lado la razón y la conciencia, y el orgullo de pertenecer a esa tradición humanista que a pesar de su fragilidad se resiste a dejar la lucha.
Para Izquierda Unida y para Izquierda Europea, sólo hay una Europa posible, la Europa de los Pueblos emancipados y dueños de su destino, que respetan a los demás pueblos y se enriquecen con su contacto.
Nada queremos saber de esa Europa acomplejada porque otra potencia le arrebató hace décadas la hegemonía militar o económica, de esa Europa del capital neoliberal que busca su refundación para encontrar nuevas formas de explotación de las personas y de la Naturaleza, de esa Europa de mentalidad temerosa de lo extraño que no reconoce cuánto de extranjero hay en su propia identidad.
¿Europa está en Benalúa?
Europa está en Benalúa. ¿De qué manera está y de qué manera queremos que esté?
Cuando España entró en la CEE, los agricultores de Benalúa quizás se dijeron a sí mismos “ahora podré vender el trigo en Francia”. Cuando se firmó el Tratado de Maastricht, esos mismos agricultores quizás comenzaron a preguntarse “¿podré sembrar trigo?”. Con el paso de los años los agricultores se han dado cuenta de que lo que les había dado de comer durante generaciones, lo que constituía el orgullo de nuestro pueblo y nuestra comarca iba perdiendo valor de día en día. Desaparecieron los cereales, como antes habían desaparecido las remolachas, y hoy día lo que es la gran esperanza de la vega, el melocotón, a duras penas se puede abrir camino en el mercado, a causa no solo de los costes de producción, sino, sobre todo, por culpa de unas políticas agrarias que favorecen a ciertas regiones, y de una política de subvenciones irracional e injusta, gracias a la cual los grandes terratenientes de España viven a lo grande sin necesidad de cultivar sus fincas.
Tan grave como eso fue la desaparición de las pequeñas explotaciones ganaderas. Todos recordamos cómo de niños íbamos cada día a por la leche con nuestra lechera de aluminio o nuestra botella de Fanta de dos litros. Ya no hay vacas en Benalúa y apenas quedan cabras. Las vacas de España fueron sacrificadas para que los grandes ganaderos del centro de Europa, pudieran monopolizar sin competencia todo el consumo de lácteos. Hace poco nos enteramos de que aunque España necesita importar leche, los ganaderos españoles no pueden afrontar los costes de producción porque lo que ellos cobran por un litro de leche no se lo permite.
El campo español, el campo andaluz, nuestro campo han sido eliminados de las estrategias liberales y neoliberales. Puede que en otros sitios sí, pero aquí en nuestra vega no se ha invertido en modernización ni en investigación ni se han introducido nuevos cultivos y la agricultura desaparece. ¿Por qué? Simple: las políticas agrarias se han hecho pensando en los intereses de los grandes, ya sean franceses, griegos o españoles, pero no pensando en el futuro de nuestros pueblos.
Europa debe estar en Benalúa, pero no marginando nuestra agricultura y condenando a nuestra vega al baldío
1992 fue el gran año de España. Los años anteriores y posteriores cambiaron la faz de nuestro país y, en particular, de Andalucía, una de las regiones europeas más pobres y más necesitadas de ayuda. La ayuda llegó. Se construyeron carreteras, polígonos industriales, nuevos tendidos eléctricos. Fue una década de esplendor, de esperanza y de crecimiento. Los Fondos Estructurales de Desarrollo Regional, FEDER, lo permitieron. Las ayudas europeas activaron nuestra economía, sí, pero de qué manera. No lo hicieron para que nuestra economía fuera fuerte y sostenible. Ahora lo vemos, en cuanto ha llegado la crisis neoliberal somos los primeros en pagar las consecuencias de unos planes irracionales: mientras se creaban infraestructuras, se destruía el tejido industrial español; la producción multinacional se ha deslocalizado, se ha mudado a países donde los salarios son bajos.
¿Qué ocurrió en Benalúa? Por desgracia, el crecimiento económico de nuestro pueblo, aunque sorprendente, era débil y dependía de la construcción. La construcción ha explotado y está claro que ha sido por la ambición irresponsable de los grandes bancos, ávidos de hipotecas, y de inversores inexpertos subidos al carro del “pelotazo”. Nuestros trabajadores autónomos, pequeñas empresas, talleres,... han sido arrastrados por esa falta de planificación, apoyada por los gobiernos autonómico y estatal.
El desarrollo industrial de Benalúa no puede ser dependiente de la construcción, sino estar basado en nuestros propios recursos
También llegaron muchas ayudas del Fondo Social Europeo para la formación de nuestros jóvenes, de las mujeres o de las personas mayores. Por todas partes hemos visto y seguimos viendo carteles con la bandera azul de las estrellas y las siglas FSE. Ha sido mucho el dinero invertido en formación y sólo en algunos casos esa formación ha permitido llegar a los trabajadores a un empleo. Ha sido poco serio, esa es la sensación que todos los que hemos pasado por un curso de FPO tenemos. Nos quedaba la formación universitaria y ahora parece que todo va a cambiar con el plan Bolonia. La idea es genial. La UE tiene que garantizar de hecho eso que ya existe de derecho como es la plena movilidad de trabajadores. Y para ello hace falta un sistema de enseñanza universitaria coordinado y homologable. Pero no así como se plantea, de manera que ciertas enseñanzas se proletaricen y otorguen títulos poco competitivos en el mundo capitalista, mientras que para acceder a los títulos de prestigio será necesario tener mucho dinero. Si Benalúa tuvo siempre tantos universitarios fue sobre todo porque teníamos cerca una universidad buena y de prestigio y, sobre todo, barata, a la que llegábamos fácilmente utilizando el tren. Si las cosas siguen así, nuestra vieja universidad dejará de ser el trampolín a una formación de calidad a nuestro alcance y a una vida mejor para muchos de nosotros.
Así podríamos seguir detallando cómo la UE es importante en nuestra vida y cómo no cualquier UE nos sirve a nosotros, al pueblo. Te invitamos a que realices tus propias reflexiones y a que consultes nuestra web si quieres saber más sobre las propuestas de Izquierda Unida para la UE.
Europa está en Benalúa. Lo vemos si miramos con atención cada pequeño gesto de nuestra vida cotidiana. Que el Parlamento Europeo esté dominado por quienes nos defienden o por quienes nos explotan está también en nuestras manos. No nos podemos inhibir, pero, sobre todo, no podemos dejarnos engañar por los discursos demagógicos, sin profundidad, de los partidos mayoritarios o por los partidos regionalistas.
Votar a Izquierda Unida, a la Izquierda Europea, es votar por la Europa de los seres humanos que quieren hacerse dueños de su destino.
http://www.portusderechos.net
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