"La educación, en verdad,
necesita tanto de formación técnica,
científica y profesional,
como de sueños y utopía."
Paolo Freire
El panorama educativo de nuestro país es desalentador. Se suceden los resultados negativos en cuanto al dominio de materias troncales y comprensión lectora. Las leyes de Educación de las últimas décadas han venido a ser más de lo mismo, ignorando qué proyectos están teniendo éxito en otros países y qué tiene que decir al respecto la Comunidad Científica Internacional en materia de pedagogía. España vive desde hace décadas en un oscurantismo medieval en lo que se refiere a educación. La última Ley de Educación fue inspirada por un pedagogo que en los círculos pioneros de investigación pedagógica nadie conoce. La LOGSE (1990) y la LOCE (2003), al desvirtuar la igualdad centrándose en la diversidad, han propiciado la puesta en práctica de acciones segregadoras al, por ejemplo, agrupar al alumnado por niveles académicos. Con relación a esta idea, Finlandia ha obtenido, según el Informe Pisa (2000-2003), el primer puesto en diferentes aspectos de las materias instrumentales, y una de sus características es la inexistencia de separación del alumnado por niveles. La reacción general ante los resultados negativos se reduce a culpabilizar a unos u otros sectores (profesores, padres, grupos étnicos, etc.), a denunciar la falta de medios, o a una llamada a la vuelta al orden invitando a imponer disciplina. Las acusaciones recíprocas son destructivas y no llevan a ningún puerto. La falta de medios no es tal, nuestros colegios están bien equipados, quizá demasiado bien equipados cuando existen, por ejemplo, aulas de informática que pocos maestros o profesores están preparados para gestionar. Y la vuelta a la palabra mágica de la “disciplina” como solución de emergencia ante un alumnado que se desmadra, denota una falta de conocimiento y de perspectiva sobre la sociedad en la que vivimos: la disciplina funcionó en un tiempo donde las estructuras sociales y laborales eran profundamente piramidales, como fue la última hasta mediados de los años 80 en España, la llamada Sociedad Industrial; a partir de entonces la sociedad occidental evolucionó hacia un nuevo modelo: la Sociedad de la Información, en la que es infructuoso imponer modelos disciplinarios que sí funcionaron en su día. Los grupos, las empresas y la sociedad en general ya no se deja dictar lo que debe o no debe hacer, es necesario trabajar más sobre una base de diálogo y consenso.
Existen iniciativas de cambio en la educación que son ignoradas por la asociaciones de padres y la administración. Estas iniciativas y experimentos educativos están teniendo lugar ya en numerosos centros educativos en muchos países (de entre ellos unos treinta proyectos en nuestro país), y se basan en los estudios llevados a cabo por los más prestigiosos sociólogos, pedagogos y psicólogos interna-cionales (Mead, Freire, Brunner, Habermas, Vygotsky, Luria, Beck, Leontiev, etc.). Se trata de prácticas inclusivas que están dando mejores resultados desde la conexión de un aumento del aprendizaje con una mejora de la convivencia. Se crean con el objetivo de superar las desigualdades y la exclusión sociocultural, y de favorecer la inclusión de todos los niños y niñas en la sociedad de la información.
Mead nos propone que somos fruto de la experiencia social mediante procesos de socialización. Nos indica la importancia que tienen la interacción y el diálogo interior en la generación de significados, de reflexión y de relación con diferentes personas. Habermas nos habla de que el diálogo, los procesos de socialización y los nexos de solidaridad, han formando parte de nuestro mundo. La igualdad es la base para que tenga lugar un diálogo real, sin jerarquías; todos/as tenemos una experiencia vital, una inteligencia cultural que enriquece el diálogo, y del que todos/as podemos aprender. Brunner define el yo como el resultado de procesos de reflexión, autoconciencia, diálogo y negociación, en los que la educación adquiere un papel clave. Vygotsky, Luria y Leontiev, autores soviéticos, nos aportan la idea de la dependencia de los contextos sociohistóricos en los que se ha vivido para el desarrollo de las habilidades cognitivas. La interrelación entre el medio sociocultural y el aprendizaje es dinámica, ya que mediante la transformación –y no la adaptación- del entorno, se posibilita y desarrolla el aprendizaje. Freire concibe la educación desde la relación dialógica para conseguir una sociedad más democrática. El diálogo es clave tanto para descubrir la razón de las cosas, como para transformar la realidad, ya que el centro educativo es el espacio propicio para interrogarse y reflexionar sobre el porqué de las cosas, para crear conocimiento y cambiar la realidad.
La cuestión de fondo es: ¿queremos una educación que adoctrina, que adapta, que hace de nuestros jóvenes meros depositarios de las verdades ya escritas y que son las que perpetúan el orden de las cosas y del poder establecido?, o por lo contrario, ¿queremos hacer una apuesta por una educación transformadora, dialogante, democrática, solidaria y que tiene como máximas premisas el cuestionamiento del mundo en que vivimos y la tolerancia hacia otras ideas y la superación de la exclusión social? Sobra decir que a nuestros sistemas neoliberales bipartidistas, a nuestra aldea global de pensamiento único, a nuestro sistema de capitalismo atroz y explotador de recursos naturales y humanos no le interesa optar por la segunda apuesta.
+info: http://www.comunidadesdeaprendizaje.net/
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